Amós Vásquez Ortega

amos@gestaltcervantes.com
696 850 577
Terapeuta Gestáltico – EMTG. Miembro titular, supervisor y didacta de la AETG. Psicólogo por la U.C.M. y colegiado nº M20719.

Postgrado en Psicoterapia Clínica Integrativa – IPETG (bioenergética, psicodrama, movimiento expresivo, psicoanálisis, medicina psicosomática, caractereología de Reich), Programa SAT de psicoterapia integrativa y psicología de los eneatipos – Claudio Naranjo, postgrado en Análisis y Conducción de Grupos – Paco Peñarrubia (EMTG), también con Peñarrubia Grupo de Creatividad y Usos de la Música en psicoterapia. Postgrado en Itinerarios Interiores: Arte y espiritualidad – Annie Chevreux, formación en terapia de pareja y relación con Antonio Catalán – Carmen Durán. EMDR I y II con Asociación Española EMDR.

Desde 2003 realiza terapia individual y grupal en consulta privada.

Ha sido tutor de formación de la promoción XVIII – EMTG (2007-2010). Miembro Titular de la AETG. Miembro de la Escuela de Filosofía Práctica y Meditación (Cuarto Camino y Advaita Vedanta) durante 19 años.

Discípulo y colaborador de Paco Peñarrubia en Las Cuatro Caras del Héroe. Designado por él como sucesor en la transmisión de este taller.

Colaborador docente con las escuelas de terapia gestalt: Ananda Formación (Madrid), Gestalt Bogotá (Colombia), El Caminante (Málaga). Y con la Canoa de Papel teatrogestalt Madrid. Co/creador (junto con Pedro Ureña) del taller ‘Apolo y Dionisios. Una actualización de la viejísima gestalt´.

RECORRIDO PERSONAL

Llegué a la terapia gestalt por vez primera en el año 98 cuando a punto de acabar la carrera de psicología me apuntaba a un taller de Dinámica de Grupos que hacían los ‘psicólogos de Hortaleza’ en el Escorial. Un taller residencial de 4 días que haría en diciembre y me servía para cerrar aquel año y de paso conocer una psicología más viva y humanista que la que había conocido en la facultad. También me serviría, aunque no era tan consciente de ello, para apuntar el nuevo ciclo vital que se abría, acabando mis estudios de universidad donde ya tenía claro que me iría al extranjero, a viajar.

Recuerdo aquel taller como una primera toma de contacto con el grupo en vacío, grupo de 12 persona con un terapeuta que acompaña sin participar o participa lo imprescindible (no hay reglas, no hay tema, estas se van haciendo, van saliendo) y con una serie de dinámicas en grupo grande, de 50 personas, que me llevaron a encontrarme con mis mejores bloqueos interpersonales tanto como a reconocer la importancia de la expresión auténtica. Allí me encuentro con situaciones nuevas e imprevistas donde echar mano de lo conocido resulta estéril. Me emociona la comunicación auténtica de mis compañeros de grupo pequeño, y a ratos me siento en la exigencia de tener que decir algo interesante, brillante y tan emocionante como ellos, más si soy uno que está terminando la carrera de psicología pues allí la procedencia de la gente era de todo pelaje y condición académica y profesional. Me doy cuenta del peso de la exigencia, de esa y de otras.

Más tarde me daré cuenta que la orientación de aquel taller no sólo era gestáltica sino que tenía bastante de Rogeriana desde la no intervención de sus terapeutas. En cualquier caso, al volver de aquel taller yo me había quedado con la copla de la gestalt y estaba ávido tras la experiencia.

Y así llegaron a mis manos ‘Sueños y existencia’ y ‘Dentro y fuera del tarro de basura’ que comencé a leer. Así fui conociendo a este ser controvertido, apoyado en sus piernas y que posaba en pelotas para su autorretrato en dibujo. Al maestro de la relación de ayuda y la salud, Fritz Perls, quien en aquellas páginas asomaba como un faro luminoso y muy apetecible. Allí quería acercarme yo, respirar y tomarle gusto al arte de ser uno mismo, que era lo que me transmitían aquellas páginas.

En febrero del 99 me licenciaría en psicología tras aprobar las dos últimas asignaturas que me habían quedado en septiembre. Marcharía luego al extranjero para un intenso y nutritivo año y medio de deambular entre Inglaterra y un poquito en Canadá; y retorno a España con el tríptico de formación de la Escuela Madrileña de Terapia Gestalt bajo el brazo que mi madre me había enviado en algún momento a Inglaterra después de haber ella empezado a hacer terapia individual en CIPARH.

En noviembre del año 2000 empiezo mi andadura en la formación de terapia gestalt. Desde entonces, la terapia gestalt ha sido la manera de hacer mi proceso terapéutico y de profundizar en la búsqueda espiritual. Una manera que voy aprendiendo desde hace algunos años en la EMTG donde me formé (2000-2003), de la mano de su equipo de profesores Águeda Segado, Annie Chevreaux, Enrique de Diego y Paco Peñarrubia por quienes siento respeto, agradecimiento y mucho cariño. También aprendí de Claudio Naranjo, implícitamente presente en la escuela donde me formé, y más explícitamente presente en mi camino de aprendizaje a través de sus libros y de su programa SAT.

La terapia gestalt la he ido absorbiendo también por ósmosis, por ese contagio de actitudes que se produce en la relación terapéutica a través de mi terapia individual, entonces con Enrique de Diego y ahora con Susana Ramos de quienes también me siento ahijado agradecido en este arte de vivir la vida tratando de ser el que soy y no otro.

Desde el año 2001 vengo incorporando la Terapia Gestalt a mi camino profesional donde me he venido comprometiendo más y más y de a poquito, siendo un paso definitivo cuando en 2011 solté mi media jornada por cuenta ajena en el Observatorio de Drogodependencias de Castilla-La Mancha para dedicarme exclusivamente a la consulta privada que ya practicaba de manera compaginada desde hacía una década.

La terapia gestalt me reconcilió con la psicología que yo había estudiado en la universidad y que me había dejado un tanto desilusionado con su oposición o ignorancia de la tercera fuerza, la psicología humanista, o al psicoanálisis que sólo aparecía como una asignatura y optativa.

La gestalt es también la filosofía de vida que sigo incorporando cada día a mi vida y en mis relaciones, y que trato de transmitir a los pacientes con los que trabajo en consulta. Una manera de vivir y estar en el mundo que tiene que ver mucho con la creatividad y con el arte, el arte también de ser uno mismo y descubrir la verdad profunda de estas tres palabras que apuntan a una experiencia a veces fluida, ligera, hermosa y saludable. Y otras apunta a un muro de impotencia, frustración y sufrimiento. Y también otras al mismo corazón del misterio de la existencia. Descubrir el arte de ser uno mismo oculto tras máscaras, velos, nieblas y distancias de miedo, dudas, exigencias, ideales. El arte de ir tomando conciencia de lo que uno es y de lo que uno no es, de atreverse a mirar allí donde uno nunca miró, o miró menos por vergüenza, dolor, porque así lo aprendió de papá y mamá…

Antes de llegar a la gestalt mi camino de búsqueda venía a través de la Escuela de Filosofía Práctica y Meditación, una escuela heredera del cuarto camino que Ouspenski continuara en Londres tras dejar su relación con Gurjdieff en Francia, y que se traduce en la estructura de las tres Líneas de Trabajo. Una escuela cuyo cuerpo de enseñanza desde el año 65 es la tradición Advaita Vedanta, (de la lengua sánskrita que significa conocimiento de la no dualidad) y que ha acompañado mi camino durante 19 años hasta que sentí la necesidad de cerrar ciclo en 2014 y por la que puedo expresar enorme gratitud por todo lo recibido, un reencuentro con la práctica espiritual de la que la mala educación religiosa del colegio me había distanciado.

Cuando llego a la Gestalt en el año 2000 siento mucho entusiasmo cuando me voy dando cuenta de que esta es una corriente dentro de la psicología que me ofrecía, a través de los profesores que me la transmitían, no sólo una profesión sino un camino interior de respeto al trabajo con la atención, un reconocimiento a las ideas y prácticas del Cuarto Camino por ser estas tan cercanas a lo que la terapia gestalt venía proponiendo, un reconocimiento de la dimensión espiritual así como de la dimensión instintiva, en igual importancia a la emocional y a la intelectual.

Algo más me deslumbró y me cautivó entonces, y fue el encuentro con Dionisio, traerlo de vuelta a casa de donde yo lo había desterrado, o más bien de donde yo me había desterrado. Dionisio como una parte importante de mi casa que dejé sin habitar por miedo. Reconocer a Dionisio como dios, como aspecto divino y sagrado de la experiencia y de la vida, como principio de salud intrapersonal e interpersonal, y como fecundador del artista-creador que late en cada ser humano fueron para mí suficientes motivos para querer hacerme discípulo suyo a través de la gestalt que me abría sus cálidos y fieros brazos a través de la formación que yo realizaba. Hasta entonces mi búsqueda había ido más de la mano de Apolo, y sentía que en el encuentro con la Gestalt podía incorporar bien esta polaridad sagrada de Dionisio-Apolo.

Llegar a la Gestalt y descubrir el significado real del Permiso y sus implicaciones fue empezar a sanarme, a curar la herida de niño bueno hecho a base de hacer suyos los ‘noes’ del entorno familiar y de dejar fuera de la conciencia la agresividad y algunas cosas más.

En este momento me siento muy afortunado de poder trabajar en GestaltCervantes cerca de Paco y Annie quienes me transmitieron la Gestalt en mi periodo de formación entonces. Y donde formar parte de un grupo de terapeutas y compañeros de camino me sigue dando un montón de oportunidades para seguir aprendiendo aquel arte de ser uno mismo, también a la hora de la convivencia que supone además una fuente de inspiración, más aprendizaje, apoyo y una hermandad nutritiva.

Quiero expresar mi agradecimiento especial a Paco Peñarrubia por la transmisión de tantas cosas y en especial por dejarme seguir cerca aprendiendo de él y con él a través de su propuesta de trabajo creativo ‘Las Cuatro Caras del Héroe’ donde sigo profundizando sobre la gestalt, la creatividad y el arte como camino de salud y como vía psicoespiritual. Otra oportunidad para descubrir al arte propio, y reconocer la creatividad y el arte como ámbitos de la espiritualidad laica y no santurrona que la gestalt propone al servicio de la buena vida.